Misericordiosos como el Padre

En la Bula de convocación del Jubileo, Papa Francisco nos invita a vivir esta Cuaresma con mayor intensidad, como ocasión para «celebrar y experimentar la misericordia de Dios», y nos recuerda la necesidad de escuchar, con actitud de oración, la Palabra de Dios. Esto queremos hacer juntos en estos cuarenta días que inauguramos con el gesto de la imposición de las cenizas.
Las cenizas somos nosotros. Somos nada, si Dios no nos toma en sus manos llenas de ternura para moldearnos con las aguas del Bautismo y darnos forma y vida. Sus manos nos crean y nos recrean continuamente porque Él es Misericordia infinita.

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Colocado en nuestros brazos

Vía Crucis 2013  – Parroquia Espíritu Santo.  Portoviejo

Se escucha el eco del relato de Navidad, en la Pasión de San Lucas: «Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro nuevo cavado en la roca». Ya no son los pañales, la pesebrera como cuna, el cálido aliento del asno y del buey que acogen el frágil cuerpo del Niño Salvador. Sino los brazos de María que parecen no poder ya estrechar nada porque lo han dado todo, como si hubiesen sido clavados, ellos también, en la cruz; la tristeza del discípulo amado puesto en lugar de Él como hijo de la Madre dolorosa; la mirada atónita de aquella que había sido inesperadamente perdonada un día y amada como nunca antes.

Ahora es José, aquel de Arimatea, que toma a cargo aquel cuerpo. Y, en él, somos nosotros. En nuestros brazos viene colocado. Brazos débiles, a menudo inconscientes, llenos de distracción y sin embargo son ellos el lugar al que es confiada la presencia invisible, como semilla en la tierra silenciosa. Cristo se abandona a la respuesta de nuestra libertad. Inerme, Jesús pide a cada uno de nosotros, hechos discípulos e hijos, esperar el cumplimiento de la promesa. Él nos arrastra, con la potencia de su sacrificio dentro del corazón del Padre, a quien Él se ha entregado. Es el comienzo de su victoria: el desplazamiento del yo humano para que no viva ya por sí mismo, sino en Otro. La muerte de Jesús lanza en la espera, los brazos débiles se tornan vibrantes del deseo de volver a abrazarlo vivo. ¡Ven Señor, victorioso sobre la muerte!

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Esperando el don del Espíritu

Invadidos por una fuerza de lo alto

El Santo Padre ha convocado el Año de la Fe que comenzará en el mes de octubre para terminar en noviembre del próximo año, para llamar la atención sobre “la exigencia de redescubrir el camino de la fe -son las palabras de Benedicto XVI- para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”.

¿Por qué “redescubrir el camino de la fe”? Porque a menudo, dice el Papa, aunque vivamos muy comprometidos en las obras sociales o al interior de la misma Iglesia en nombre del Evangelio, sucede que damos por descontado la fe, considerándola algo “obvio”, es decir, como si fuera un principio abstracto y no una experiencia viva.
Cuando los Apóstoles reunidos con María fueron invadidos por el Espíritu Santo pudieron percibir la presencia viva del Resucitado que los acompañaba realmente: ¡estaba bien lejos de ser un “presupuesto obvio”! Fue por eso que, con la fuerza que Él mismo les daba, comenzaron a anunciarlo al mundo entero. Esto es la misión.
El mes de mayo nos verá reunidos en las casas y entre vecinos para el S. Rosario, como los Apóstoles, con María mientras esperamos la venida del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés. Sea también para nosotros este tiempo y el Año de la Fe que pronto comenzará, la ocasión para experimentar a Jesús presente y para comunicarlo a los demás como verdaderos misioneros.
P. Francesco Rizzo

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